El Círculo de Viena y el positivismo lógico (1/3)

Por: Andrés Hurtado Pimienta.

“Si el sentido de las proposiciones depende de la posibilidad de que

existan ciertos hechos empíricos, entonces, no puede afirmarse ninguna

proposición con sentido sobre entidades deducidas,

tales como objetos físicos y la conciencia de los otros”

Julius R. Weinberg.

Exámen del positivismo lógico

Resumen

En este texto se presenta el Positivismo Lógico en el contexto del Círculo de Viena: sus motivaciones, objetivos, ejes principales de trabajo y algunos de los desafíos más representativos que encontraron en el desarrollo de su proyecto. Su estructura incluye una revisión básica del ataque que los positivistas hacen a la metafisica, algunas formulaciones del criterio empiricista de significado así como los problemas asociados a ellas y algunos elementos de su teoría del conocimiento. Finalmente, se exploran las bases del problema asociado a la exclusión de las entidades inobservables del campo de las proposiciones plenas de sentido.

En el desarrollo de cada sección se señalan algunas de las contribuciones que se reconocen al positivismo en el campo de la filosofía de la ciencia, algunas de las fallas que llevaron el proyecto a su fracaso y algunos los postulados positivistas que, en mi concepto, inspiran la investigación cientifica contemporánea. En las conclusiones, se hace la síntesis de los aspectos más relevantes del documento y se esboza, de manera muy general, lo que representa el objetivo central de este trabajo: mostrar algunas las contribuciones que puede hacer el estudio del positivismo lógico en la formación del pensamiento científico.

Antecedentes

El positivismo nace con Augusto Comte (1798 – 1857). Ese movimiento filosófico reconoce la ciencia como una disciplina contrapuesta a la metafísica y a la religión. Estimula la aplicación del método de la ciencia natural a las ciencias humanas. (Artigas, 2009) Con esa visión, Comte se proyecta como uno de los fundadores de la sociología moderna. Su enfoque estuvo puesto en lograr una organización de la sociedad construída sobre una perspectiva científica “positiva”. Limitó la ciencia a construir relaciones entre hechos observables, evitando, a toda costa, caer en especulaciones metafísicas o religiosas.

Restringir la ciencia solo a las relaciones entre hechos observables es uno de los puntos débiles que impide al positivismo comteano (y al posterior neopositivismo), representar correctamente la actividad científica. No poder acomodar los fenómenos inobservables empobrece cualquier caracterización del trabajo de la ciencia empírica. Ambos movimientos se quedarían cortos para dar cuenta del trabajo que la ciencia realiza al tratar con fenómenos que incluyen, por ejemplo, entidades no observables.

El neopositivismo, reconocido igualmente como empirismo lógico, estuvo inspirado en el positivismo de Comte. En 1927, se empezó a utilizar el término positivismo lógico para señalar el punto de vista de un grupo de filósofos, científicos y matemáticos que se denominaron así mismos: el Círculo de Viena. Una de las principales motivaciones que convocaba a sus integrantes era reaccionar al estancamiento que, por esos días, sufría la investigación filosofica.

Para finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX la investigación filosófica se encontraba bajo una amplia influencia idealista post-hegeliana. Autores como McTaggart y Bradley encabezaban esa tendencia. El estancamiento se atribuía, entre otras razones, a la utilización de métodos idealistas, caracterizados por el uso exageradamente libre e irresponsable de los lenguajes naturales, la falta de rigor analítico y la utilización de especulaciones sin fundamento, desconectadas de la realidad e indiferentes a los desarrollos científicos de la época.

A partir de esta motivación, los integrantes del Círculo de Viena estaban decididos a dar un nuevo rumbo a la investigación filosófica. Querían enfrentar esa situación con el ejercicio de una filosofía de carácter científico. Para dar ese nuevo rumbo se trazaron tres objetivos:

  1. la eliminación de la metafísica,
  2. la construcción de una filosofía científica y
  3. la unificación de la ciencia bajo un lenguaje común fisicalista y artificial.

Ataque a la metafísica

¿Cuál es la metafísica que específicamente atacan los positivistas? La primera opción a considerar es la metafísica convencional, la teoría del “verdadero ser”, de la “realidad en sí misma”, del “ser trascendente”. Esta definición supone que existe un ser inauténtico, uno aparente. Esta es la concepción de la metafísica que se ha sostenido desde Platón.

Este ser aparente constituye el reino de las apariencias, mientras la auténtica realidad solo puede ser alcanzada a través de un gran esfuerzo del metafísico. Las ciencias específicas acceden a las apariencias que le resultan asequibles a su forma de conocimiento. Mientras las apariencias “son dadas”, la realidad metafísica debe ser inferida de manera indirecta. Esto parece explicar por qué el reino del positivista es “lo dado” y por qué ellos sugieren que el científico y el filósofo deben mantenerse allí, en lugar de tratar de ir donde intenta llegar el metafísico. El positivismo parece una metafísica de la cual se ha excluido lo trascendente. Esta formulación, señala Schlick, es errada y por lo general, peligrosa. Estas son sus razones:

Lo dado implica el verbo ‘dar’. Y ‘dar’ implica una relación entre tres términos: el que da, lo que se da y a quien lo da. En el caso del metafísico, los tres términos aplican directamente: la que da, es la realidad trascendente; la que recibe, es la consciencia cognoscitiva; la cual, convierte en su contenido aquello que le es dado (Ayer, 1959).

El positivista no quiere tener nada que ver con esa triada. Si el rechazo de la metafísica por el positivista significa afirmar que: “sólo lo dado es real”, nos encontramos con una proposición tan metafísica como su opuesta: “hay una realidad trascendente”. ¿Qué es lo dado? Lo dado para el positivista es una expresión que designe lo elemental, de una manera que no haya duda. Lo dado nos ubica en el problema de la realidad del mundo exterior.

Sobre el problema de la naturaleza del mundo exterior hay dos corrientes: el realismo que cree en la realidad del mundo exterior y el positivismo que no cree en ella. Para resolverlo, hay que distinguir entre lo interior y lo exterior. Se distingue al considerar “lo dado” como un contenido de consciencia. De esta manera, al dato inmediato se le concede un carácter mental (de una representación o de una idea). Este es el principio fundamental del idealismo metafísico (Ayer, 1959).

Si el filósofo se considera capaz de hablar solamente de lo que a él le es dado, tenemos ante nosotros una metafísica solipsista; pero si considera que puede suponer que lo dado se distribuye entre muchos sujetos, tenemos un idealismo de tipo berkeleyano. El positivismo tendría una conexión con una metafísica idealista berkeleyana. Schlick, al respecto dice: “pero como sus fundadores [el Círculo de Viena] pretendían algo del todo distinto a una renovación de dicho idealismo, esta interpretación deberá ser rechazada” (Ayer, 1959, pág. 85). Esta es la razón por la cual, el positivismo niega la metafísica idealista. No niega la existencia de un mundo exterior trascendente, muestra que tanto su aceptación como su negación, carecen de sentido.

El ataque a la metafísica por parte de los positivistas consistió en plantear un criterio de demarcación a partir de la evaluación del sentido lógico de las proposiciones. Si una oración no puede expresar nada que fuese formalmente verdadero o falso, ni expresar algo que pudiera someterse a una prueba empírica, se adopta el criterio de que la expresión no constituía una proposición. Se concluye que ella no dice nada, podría tener un significado emotivo, pero literalmente carece de sentido y no hace aporte alguno para incrementar el conocimiento (Ayer, 1959).

En la siguiente sección se presenta una descripción de cómo se dio la búsqueda de ese criterio empiricista para establecer el significado de las proposiciones, pero antes de pasar a ese punto, es un buen momento para revisar algunos aciertos y desaciertos del positivismo lógico al adoptar esta postura radical anti-metafísica.

La motivación para reaccionar ante la metafísica idealista post-hegeliana es clara. La ilegibilidad de las obras filosóficas de esa tendencia, producto de la oscuridad de sus planteamientos son reconocidas. La determinación por reaccionar ante lo oscuro e inteligible es uno de los aspectos más valiosos de la contribución que el positivismo hace a la filosofía de la ciencia. El establecimiento de lo que sería una nueva tradición filosófica de corte analítico que apoyada en el análisis lógico del lenguaje, marcaría el desarrollo de nuevas perspectivas de reflexión en diferentes campos del conocimiento; por ejemplo, en el campo de la filosofía del lenguaje. La idea de regresar a los orígenes y recuperar la investigación filosófica que está conectada con el mundo y con la naturaleza es muy atractiva. Atractiva porque permitiría retornar a esa filosofía que no era distinguible de la ciencia y ponerla al servicio de los problemas del momento.

Sin embargo, lo que no tiene mucho sentido es suponer que la solución consista en extirpar la metafísica. Ahí estuvo el error craso del positivismo lógico. La determinación por reaccionar a esa metafísica oscura los llevó a ignorar por completo el valor que la metafísica puede aportar en el campo de la ciencia. De hecho, tener una ciencia empírica sin metafísica parece que no es una opción. Ese rechazo radical sería un defecto insuperable y estaría ubicado en el corazón mismo del proyecto positivista.

No toda la metafísica es “mala”. Hay una metafísica que es vital para la comprensión del trabajo filosófico y científico. La ciencia y las teorías científicas requieren suposiciones que son de naturaleza metafísica. Si empleamos el término metafísico para designar aquello que habla sobre lo trascendente, sobre lo no empírico, entonces vamos a encontrar que toda teorización sobre principios generales o principios constitutivos hacen parte de ese universo. Dado que la ciencia trata de principios generales o constitutivos, se debería esperar que la ciencia requiera de ese tipo de formulaciones metafísicas. Karl Popper, por ejemplo, argumentará en favor del papel fundamental que tiene la metafísica en el trabajo de la ciencia: Conceptos como principio de causalidad, o el principio de uniformidad de la naturaleza, o el principio de simplicidad o parsimonia fundamentales para el ejercicio de la ciencia, no son científicos, son de naturaleza metafísica.

Estas ideas nos serán de utilidad a la hora de analizar los detalles de la construcción del criterio empiricista de significado y, sobre todo, el desarrollo de los problemas que los positivistas experimentan en esa etapa de su proyecto.

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